Que Iván Ferreiro es un tipo peculiar no se le escapa a nadie. Que esa peculiar forma de ser le ha valido para ganarse el respeto de los compañeros de profesión y el cariño del público, tampoco. Quizá por todo ello se esperaba con tantas ganas este nuevo álbum, el sexto en solitario tras el fin de Piratas. Una docena de nuevas canciones (14 en la edición deluxe y 16 en la de iTunes) grabadas todas ellas en los estudios Blind Records de Barcelona por Ricky Falkner y compuestas a cuatro manos por el propio Iván y su hermano Amaro. Éste ya se destapó como un gran letrista en el recordado, y continuamente reinterpretado, ‘Canciones para el tiempo y la distancia’ del que este ‘Valmiñor-Madrid, historia y cronología del mundo’ no oculta que es claro deudor. Un disco con altibajos, pero con una atmósfera vitalista que lo impregna desde los primeros acordes de El bosón de Higgs, el tema que abre el álbum. Como ya sucedió en su trabajo anterior, ‘Confesiones de un artista de mierda’ -ese falso directo repleto de complacientes colaboraciones de amigos y conocidos- la inclusión de vientos en las canciones les otorga un empaque que unido a la voz de Iván transforma al de Nigrán en un moderno crooner capaz de convertir lo ordinario en extraordinario.
Cortes repletos de optimismo y buen rollo como ese jitazo que es Cómo conocía a vuestra madre y que consigue alegrarte el día al segundo acorde. El disco es mucho más que una suerte de artimaña con tres pelotazos situados en el escaque adecuado del tracklist y, por fin, parece que a Iván le han vuelto las ganas de comerse el mundo después de su particular travesía por el desierto plasmadas en aquel fallido ‘Picnic extraterrestre’ que tanto desconcierto causó a propios y extraños y que él mismo comprobó como era casi imposible trasladar al directo.
Playas, zapatos, luces, sombras, batallas, abrazos, sonrisas, miedos, principios sin finales. Películas de ciencia ficción, series de televisión, amigos y músicos (Marc Ros, Julieta Venegas), lugares comunes. Madrid, Valmiñor. Su casa, un piano. Amaro. Es una suerte tenerte de vuelta (al mundo). Sólo me resta despedirme con ese «adiós, adiós» final de Pandelirios. Despedidas impostadas, agradecimientos en la contraportada y un juego de mesa para animar las tardes de tormenta y desgana. No es poco para un tipo que reconoce que el universo se creó un día de mayo de 1977; con el estreno de ‘La guerra de las galaxias’. Un tipo que ha puesto banda sonora al big bang emocional de más de una generación. Disfrutémoslo.
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