Verborréico. Hiperbólico. Frenético. Auténtico. Molesto. Magnético. Hipnótico. Directo. Sensible. Tierno. Divertido. Responsable. Enérgico. Con casi dos décadas de carrera a sus espaldas y once álbumes publicados, El Chojin es todo eso, y mucho más, sobre las tablas. Orador implacable poseedor de un carisma que le hace llenar el escenario con su sola presencia, el MC de Torrejón llegaba a Valladolid para -junto al DJ Big Falanges- poner fin al ciclo Delibes+ hip-hop. Un broche inolvidable, gracias a su saber hacer y a la sorprendentemente efectiva fusión del rap y la música clásica, simbolizada en la colaboración con el cuarteto de cuerda Ribera, formado por cuatro integrantes de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL), Lis Moore e Iván García, al violín; Jokin Urtasun, viola; y Jordi Creus, violonchelo. Su rap responsable y comprometido deleitó al auditorio, que no paró de corear, e incluso rapear al unísono, los grandes éxitos de su discografía, intercalados con los temas que conforman el último trabajo del madrileño, ‘Energía’. Esa única voz, unida a la pericia de Big Falanges a los platos, concitó la atención del público asistente en la sala experimental ‘Álvaro Valentín’, del Centro Cultural Miguel Delibes.
Tras sobreponerse al frío arranque de concierto, El Chojin se hizo con el mando y pronto se convirtió en el foco de todas las miradas. Las pantallas de los móviles centelleaban a medida que él descerrajaba rimas a velocidad de vértigo. Un micro puede ser el arma más mortífera si se sabe usar y El Chojin demostró desde un principio que él no había venido a jugar. Este Idris Elba del hip hop patrio se mueve como una pantera. Sabedor de sus encantos, su estilo conjuga a la perfección el activismo social con las rimas efectistas repletas de humor e ingenio. El mensaje, empero, no pierde eficacia y se distancia del adoctrinamiento panfletero. Porque, no nos engañemos, esto no es rap protesta, como él mismo destaca tras haber sumado a su bando a la audiencia al completo.
«Soy hip hop», rezaba su camiseta y lejos de ser propaganda es toda una declaración de intenciones transformada en canciones. Himnos del desencanto, animal político, rimador vertiginoso. Hay récords que no certifica ni el Guinness y calentar a un público como el pucelano en apenas dos canciones se merece por méritos propios, no ya una crónica, sino un homenaje. Ponerle nombre a una calle, quizá sería pasarse. Pero hilvanar dos horas de concierto sin pisar el freno no está al alcance de cualquiera. Como tampoco lo está rapear Vo-ca-li-za al tope que dan los platos (45 r.p.m.) y pitch +8. La guinda, ya anunciada, la pusieron los tres temas que se marcó junto al cuarteto Ribera. Los dos primeros, tras la exhibición a los platos de Big Falanges y, el tercero, saltándose el guion, para cerrar el bolo ante un auditorio entregado. Para el recuerdo -amén de la archiconocida cita bíblica de Jules Winnfield en Pulp Fiction– frases que son sentencias: «El nombre no te hace ser un hombre, es cómo te comportes». «No existen grandes respuestas para las grandes preguntas, pero sí pequeñas respuestas para las pequeñas preguntas». Domingo Antonio Edjang Moreno. El Chojin. Un buen hombre al micro.
Galería fotográfica a cargo de María Parra Serrano, aquí.
Setlist:
Empieza la acción.
Ven, ven.
CCC (Carro, Cascos, Club).
I.R.A. (Trascendí).
No más.
Mienten.
Poder.
Únete a mi bando.
Dedo corazón.
Contra todos.
Guapa.
DJ Big Falanges a los platos.
Sexo (junto al Cuarteto Ribera).
Mi odisea (junto al Cuarteto Ribera).
El mundo sigue girando.
El jardín de la alegría.
Medley:
Cara sucia.
Lola.
Te llevo.
El viaje.
Apagado o fuera de cobertura.
Superhéroe.
El final del cuento de hadas.
Bises:
El show de Truman.
Entre pitos y flautas (995).
Vo-ca-li-za.
Buscar y destruir.
El reto.
Ríe cuando puedas (junto al Cuarteto Ribera).
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