La bella y la bestia (Beauty and the Beast)

Beauty and the Beast

Beauty and the BeastInnecesaria, pero no por ello menos disfrutable. La irregular recreación —con infinitos efectos digitales y algunos actores de carne y hueso— del clásico de animación de Disney La bella y la bestia plantea múltiples interrogantes. Empezando por la idoneidad del reparto y siguiendo por la presunta necesidad de preservar el relato primigenio —salpicado con algunas sonrojantes concesiones de raza y género— más de cuarto de siglo después. Es de suponer que la adecuada cantidad de ceros en el cheque es lo que hace plantearse a nombres como los de Ewan McGregor, Stanley Tucci, Ian McKellen, Kevin Kline y Emma Thompson participar en algo así. El espectador que no asista a la proyección de la película en VO apenas notará su presencia en el filme. Por mucho que un exageradamente edulcorado final —y los posteriores créditos— se encargue de recordarlos. Mención aparte merecen Emma Watson (ella es el verdadero alma de esta historia), Luke Evans (excelente en su caricaturesco y en ocasiones aterrador Gastón) y ese improbable cruce de Paquita Salas con Jack Black que nos regala Josh Gad en su interpretación de LeFou. El resto es un calco del clásico animado, cuya forzada fidelidad le impide convertirse en una película con entidad —e identidad— propia. A ello contribuye en gran medida la anodina realización de Bill Condon repleta de mareantes movimientos de cámara y ofuscada por la pomposa fotografía de Tobias Schliessler. La partitura de Alan Menken conserva todo su vigor ancestral y en gran medida es la que hace avanzar la acción de este blockbuster que se disfruta tan rápido como se olvida. A diferencia de lo que ocurre con el clásico de 1991, cuya sombra planea de continuo sobre este reprográfico homenaje.

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