El temporal Hugo hizo que proliferasen las alertas y la flota permaneciera amarrada a puerto. De nada sirvió. El vendaval Morgan se desató en toda su magnitud sobre el escenario del Island Club vigués arrasando con todo a su paso. Viernes, 23 de marzo, todo vendido ante una nueva cita de la gira gallega de los Escenarios Mahou, que en esta ocasión reunían al getxotarra Ricardo Lezón con el combo madrileño. Las expectativas estaban por las nubes: Lezón nunca falla y los Morgan acaban de publicar disco, con el que prolongan su gran momento. Si hay una banda que ahora mismo no conviene perderse, ésa es la de Carolina de Juan y los suyos. Un quinteto que suena con una madurez y una rotundidad dignas de admiración. Con el desarmante desparpajo de Nina como bandera y un emocionante repertorio, que recorre casi la totalidad de los dos álbumes publicados por los madrileños hasta la fecha. De hecho, el recién editado Air sonó en su integridad. Sólo lleva una semana en la calle y sus nueve composiciones ya son himnos que corea hasta desgañitarse un público rendido al talento del quinteto. Porque más allá de lo evidente —la prodigiosa voz de Nina—, Morgan es una bandaza y sus conciertos, la mejor manera de comprobarlo. Tal es así, que estos cinco músicos, por mucho que cueste creerlo, logran hacer que el disco se quede pequeño ante todo lo que son capaces de demostrar encima de un escenario. Ya dieron buena prueba de ello durante el fin de gira de North, a finales del pasado año, y esta nueva andadura sólo hace que confirmarlo. Pero vayamos por partes.
La noche arrancó con la íntima propuesta de Ricardo Lezón, quien llegaba a Vigo acompañado por Jaime Arteche a la guitarra y teclados. Lezón hizo gala de su fino sentido del humor y desgranó alguna que otra anécdota que alivió la gravedad de su repertorio ante un público que no paró de cuchichear durante el arranque. En primer lugar explicó que la víspera había hecho noche en Ribadeo, confiando en poder disfrutar de la playa de las Catedrales por la mañana, pero no contó con la marea alta. También recordó, mientras Jimmy Arteche se pegaba con la pedalera, que en su primera actuación en la ciudad olívica con McEnroe se encontró con que la sala había anunciado la fecha del concierto para una semana después. Lo curioso fue que aun así hubo gente que acudió a verlos tocar. Lezón hizo uso de su (modesta) retranca para desligar el presente llenazo del ansia viguesa por disfrutar de su repertorio y le otorgó todo el mérito a Morgan. Con todo y con eso, Lezón y Arteche nos regalaron una deliciosa velada repleta de detalles. Con Jimmy multiplicándose por momentos a la guitarra y el teclado, Ricardo dio rienda suelta a su vena introspectiva y logró generar una atmósfera íntima en la que su voz se colaba por nuestras grietas hasta rompernos. Él mismo se dejó llevar en el momento más personal de la noche: una sentida interpretación de Manolo, la canción que dedica a la memoria de su padre. El tercio final de su repertorio fue una sucesión de éxitos, tanto de su reciente debut en solitario (Esperanza) como de su carrera con McEnroe, para disfrute incluso de quienes contaban los minutos para que Morgan saliera a escena.
Al filo de las once de la noche, el combo madrileño arrancó los vítores de un público ansioso de prolongar la montaña rusa de emociones que había destapado Lezón. Con un arranque idéntico al de su segundo disco, que se entremezcla con una calculada selección de temas de su debut, Morgan es capaz de erizarnos la piel. Una energía que nos impregna hasta desatarse en forma de descarga inusitada cuando la voz quebrada de Nina ruge —por primera vez— en Cold con Chuches y Paco luciéndose desde el inicio y, cómo no, en Roar. Ya no hay marcha atrás, banda y público son todos uno cuando Nina anuncia la presencia de Lezón sobre el escenario. Cientos de gargantas corean el estribillo de Praying sin que apenas haga falta explicarlo. Los músicos se sonríen con la mirada y todos somos conscientes de que estamos asistiendo a algo grande, irrepetible. Con los ojos bien abiertos, para no perder detalle, nos dejamos arrastrar por el huracán. El vórtice que gira en espiral desde el centro del escenario con Paco poseído por la electricidad de las seis cuerdas que a duras penas consigue contener, mientras Ekain y Ove marcan ese ritmo frenético que nos impide dejar de movernos. Y sobre todo ello la melodía. Los teclados que se entremezclan de un lado a otro de las tablas, con Nina y Chuches sonriendo cómplices en un toma y daca constante. Un verdadero disfrute del que los músicos son copartícipes, como la propia Nina se encarga de explicar en un momento del bolo que también le sirve a la banda para recuperar el resuello.
Fue en la sala Radar, presentando North, y aunque apenas hayan pasado dos años ya parece un mundo. Nina recuerda al público cantando Volver y el milagro que supone que alguien esté «en su casa escribiendo una canción y después la gente la cante y la haga suya». Sus compañeros de banda la escuchan hablar absortos. Paco da un trago a su cerveza y Ove la mira mientras ella comienza a interpretarla al piano. Apenas arranca la primera estrofa y el Island Club es un clamor. La historia se repite. Mirada de orgullo y emoción. Sonrisas nerviosas. La magia vuelve a hacer acto de presencia y ya no nos abandona hasta el término del show. Los finales de canción se alargan en una suerte de jam session que fluye de manera natural. Es su forma de expresarse, de dar las gracias ante lo que están viviendo. Un sueño del que no hace falta despertarse porque es tan real como ellos mismos. Un grupo de amigos que disfruta de lo que hace y contagia su emoción al resto. Como Ekain, cuando al concluir Blue Eyes es incapaz de refrenar las ganas en ese redoble que no estaba en el guion y arranca las risas de sus compañeros. O la intro de Paco en Home, el primero de los bises, derrochando clase y talento mientras Nina le mira con esa mezcla de admiración y cariño. Esos cinco amigos —junto a Marcos, su mánager—, que comparten viajes en furgoneta y se recorren nuestra geografía presentando sus canciones —como desvela Another Road— y ante los que uno sólo puede ponerse en pie y aplaudir hasta que le duelan las manos.
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Setlist:
Ricardo Lezón
Noche en Noviales.
Lobos.
El momento.
Ella baila.
Gracia.
Lamento.
Manolo.
La cara noroeste (solo).
Arena y romero.
Primavera en Praga.
Un rayo de luz.
Morgan
Planet Earth.
Oh, Oh,
Cold.
Goodbye.
Roar.
Work.
Praying (con Ricardo Lezón).
The Child.
Be a Man.
Volver.
Sargento de hierro.
Blue Eyes.
Flying Peacefully.
Bises:
Home.
Another Road /Gettin’ Ready).
Marry You.
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