Buscad la belleza, es la única protesta que vale la pena en este asqueroso mundo. La frase no es nuestra, sino de Ramón Trecet. El periodista se despedía así cada tarde al término de Diálogos 3, su programa de radio. La belleza tiene su dios, su diosa, en las pequeñas cosas. Que te acaricie la nuca la persona que amas, el dulce amargor de la primera cerveza de la noche, flotar a la deriva a la orilla del océano, olvidar todo aquello que no merece la pena y dejarse ir, perderse en las notas de un concierto de Morgan… Ya son varias las reseñas que el quinteto madrileño se ha merecido en esta web y nunca nos cansamos de sus directos. Ya somos morganistas, permítannos el vocablo. Contundentes, divertidos, cercanos, apasionados… es imposible no engancharse a sus actuaciones. La de anoche dejó otro buen puñado de momentos para el recuerdo. A la habitual locuacidad al micrófono de Nina entre canción y canción ahora debemos sumarle el apoyo sonoro de Chuches, rematando sobre la marcha sus ocurrencias con una sucesión de notas entre risas y miradas cómplices del resto de la banda. Había ganas de volver a disfrutar de los Morgan a orillas del Pisuerga tras el gran sabor de boca que nos dejó su concierto en la sala Porta Caeli el pasado octubre. «¡Hemos vuelto!», refrendaba la vocalista al inicio del bolo en una abarrotada sala Concha Velasco, del Laboratorio de las Artes de Valladolid (LAVA).
Escenario impropio, pero muy solvente para albergar a una concurrencia ávida de emociones fuertes. Porque los morganistas no entienden de edades. Entre el público hay cabida para los amantes de los selfies de escenario vacío al inicio, los degustadores de cerveza en vaso ancho, los que optan por radiarle el concierto a su compañero de fila —aunque éste sea un perfecto desconocido— y, cómo no, también para esa legión de rendidos fans hardcoretas que se dejan medio sueldo en el puesto de merchan. Anoche, el bueno de Paquito no daba abasto a despachar vinilos (sí, ¡por fin! ya se pueden comprar en sus conciertos), camisetas, cds… y un largo etcétera de artículos con los que los incondicionales del grupo perpetúan su fe. Así nos las gastamos los morganistas. Los hay que incluso arramplan con el setlist nada más acabado el concierto para conservarlo como prueba inmarcesible de la pureza de su credo. Bromas aparte, unos y otros pudieron —pudimos— disfrutar anoche de una prueba más de que estamos ante una formación en verdadero estado de gracia. A los habituales destellos de clase de Paco a la guitarra, ayer pudimos añadir un Ekain desatado desde el inicio. El gato de Bérriz —Nina dixit— dio una auténtica lección de ritmo y estilo a la batería. No se quedó atrás Alejandro Ovejero, Ove. Descalzo, al igual que Nina, el bajista sumó una de sus actuaciones más completas, con ‘desmelene’ incluido en el tercio final de Another Road. Unos y otros nos dieron la vida anoche. Nina volvió a hacernos reír y llorar con su voz rota e inquebrantable. El conjunto dispuesto sobre alfombras en el amplio escenario en forma de semicírculo logró completar la conjunción perfecta con su público en un ir y venir de confidencias, coros (no tan) improvisados, silencios desarmantes, gritos de admiración y risas por doquier. Así son los conciertos de Morgan, como la vida misma. Una vida que, cada noche junto a ellos, nos empeñamos en que no se acabe nunca.
Galería fotográfica a cargo de María Parra Serrano, aquí.
Setlist
Planet Earth.
Blue Eyes.
Attempting.
Oh, Oh.
Goodbye.
Roar.
The Child.
Work.
Be a Man.
Praying.
Sargento de Hierro.
Volver.
Home.
Flying Peacefully.
Thank You.
Bises:
Cold.
Another Road (Gettin’ Ready).
Marry You.
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