Decision To Leave

Decision To Leave
★★★☆☆

Sobresaliente en lo visual, pero bastante más convencional en lo argumental; este intrincado noir que deriva en romance tempestuoso supone una más que digna obra en la soberbia filmografía del surcoreano Park Chan-wook. Sin embargo, para el espectador curtido, la historia que aborda Decision To Leave (Heojil kyolshim), a lo largo de casi dos horas y veinte minutos está repleta de lugares comunes. Tanto de la cinematografía asiática de los últimos treinta años, como del personal universo del realizador y su coguionista desde hace 17 años, Jeong Seo-Gyeong. Lo que, por fortuna, la salva del tedio es su prodigiosa realización, que enmascara durante buena parte de su arranque lo intrincado de su argumento. El lenguaje y sus connotaciones, lo que se dice y, sobre todo, lo que no se dice juegan un papel decisivo en este thriller con tintes románticos. Porque en su guion abundan las referencias lingüísticas y se (re)interpreta la narración —en surcoreano y mandarín— imbuyendo al espectador en una suerte de déjà vu constante repleto de matices, que llega incluso a subvertir la historia y alcanza cotas poéticas de metalenguaje fílmico.

Bien es cierto que para poder apreciar todos estos aspectos hay que entrar al juego que plantea la pareja de guionistas. Mantener la atención desde el inicio y comprender cómo se alternan diversas líneas temporales en aras de un mayor ritmo narrativo puede resultar una tarea complicada por momentos. La duda que se plantea quien esto escribe es si todo ello responde a un reto personal del propio Park Chan-wook o es más una maniobra efectista. Una forma, nada sutil, de situar el ejercicio cinematográfico a la altura del bombardeo continuo de estímulos al que estamos sometidos a diario desde los dispositivos móviles.

Lo cierto es que la película gana enteros cuando la acción se centra en la investigación policial que une al detective Hae-Joon (Park Hae-il) y Seo-rae (Tang Wei), una enigmática mujer, pieza central del rompecabezas que ocupará nuestra mente durante —al menos— dos horas. Es en esta historia que bebe de otras muchas fuentes secundarias que se han ido diseminando por el metraje donde la película alcanza sus mayores grados de emoción. Hay planos que se quedan deliberadamente prendidos de nuestras retinas. Frases cuyos ecos resuenan como el romper de las olas contra las rocas. Es en este territorio entre lo onírico y lo petulante —por reiterativo— donde la película juega sus bazas y entremezcla elementos magnéticos, que atrapan, con otros pretendidamente efectistas. Quizá este sea precisamente el efecto buscado por el director, desorientarnos.

Que estemos perdidos en este mar de pistas léxicas, gráficas, sonoras y visuales. En esta telaraña atemporal tejida de intimidad y deseo que supera todos los convencionalismos para retarnos también como espectadores, obligándonos a pensar una y otra vez —hasta la obsesión— en lo que acabamos de ver y oír. Preguntándonos si esta historia, compuesta a su vez de millones de otras pequeñas historias cotidianas, no estará sucediendo únicamente en la cabeza de nuestro atormentado protagonista. Una y otra vez.

A destacar, junto a las interpretaciones de la pareja protagonista, la labor de montaje y edición del también director de fotografía  Kim Ji-yong, que confieren al filme esta atmósfera rompedora que va del poema visual a la experiencia inmersiva, como si de un videojuego en primera persona se tratara. Ya desde su inicio por la película pulula una sensualidad morbosa que no solo acompaña a la figura de la femme fatale, sino que impregna las relaciones de pareja con un amour fou de imprevisibles consecuencias.

Puntuación: 3.5 de 5.

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