La llamada

La llamada

La llamadaInspirada adaptación cinematográfica del musical homónimo que ‘los Javis’ han logrado mantener en cartel desde su estreno en 2013, La llamada rezuma frescura y desparpajo. Algo de lo que tan necesitado está el cine español y que aquí se torna en seña de identidad de una película que no es sólo un musical, sino toda una declaración de intenciones (no sólo fílmicas). Como si de un Jesucristo Superstar o un Hair cañí se tratase, aunque en momentos pueda parecer más Sister Act entre pinares, La llamada fagocita multitud de géneros al servicio de una historia refrescante e impetuosa. Irreflexiva y desbocada —como María y Susana, las adolescentes protagonistas—, pero también certera y mordaz en sus sutiles cargas de profundidad. Oda al libre albedrío (lo hacemos y ya vemos) planificada al milímetro por sus dos cabezas pensantes: Javier Calvo y Javier Ambrossi, la película cuenta con un reparto en estado de gracia (divina) que derrocha naturalidad en sus interpretaciones. Repleta, asimismo, de homenajes a gran parte del elenco que se ha ido sucediendo por las tablas del madrileño teatro Lara temporada tras temporada, la adaptación cinematográfica consigue algo tan difícil como no perder sus señas de identidad y añadir elementos que enriquecen el relato. Magnífica la ambientación del campamento juvenil, engrandecido por la luminosa fotografía de Migue Amoedo, así como la planificación y el montaje: tanto de la escapada nocturna de María (Macarena García) y Susana (Anna Castillo) como el número final, Step by Step. Dos ejemplos de una concienzuda labor de dirección, que quizá pueda quedar difuminada en exceso por el carácter jovial y despreocupado de una historia que podría parecer una comedia musical sin pretensiones.

Nada es así, en realidad. La historia de autorrealización y de aceptación, ese coming of age, que experimenta a distintos niveles (físicos, personales, espirituales) el cuarteto protagonista encierra un mensaje muy apropiado —aunque nada moralizante— para un target generacional en el que domina la apatía y la frustración. Otro de los grandes méritos del libreto de los Javis, amén de las canciones de Alberto Jiménez, está en la fuerza que desprenden las interpretaciones de las cuatro mujeres protagonistas. Sería muy injusto comparar, pero es innegable que al menos en la gran pantalla Anna Castillo logra merendarse a sus partenaires en cada secuencia. Película muy divertida y vitalista; repleta de gags, sí; pero con un poso reivindicativo que modula a la perfección su mensaje y la convierte en un filme de visionado más que recomendable para el público adolescente.