
Que no te engañen las promos: la nueva serie sueca Young Royals (original de Netflix) no tiene nada que ver con Élite o The Crown. Sí, los personajes son adolescentes y, sí, el protagonista es de la realeza, pero ahí acaban las semejanzas. Me ha recordado un poco al Skam original y al libro Red, White & Royal Blue, pero a la vez es muy distinto. Young Royals es una maravilla. Así que, ojo, puede que dé varios grititos de emoción a lo largo de la reseña. Intentaré controlarme, pero no prometo nada, porque con Young Royals hice clic desde el principio y vuelvo a ella una y otra vez porque me reconforta. Hacía tiempo que no me pegaba tan fuerte con una serie, y me veo YouTube entero: entrevistas a los actores, reacciones de la gente viendo los capítulos (para volver a experimentar la serie una y otra vez), fanvideos… Inmersión total.
La historia se centra en Wilhelm (Edvin Ryding), príncipe de la Corona sueca que, tras verse envuelto en una pelea y que esta se haga viral en internet, empieza a estudiar en el internado elitista Hillerska. Allí, conoce a Simon (Omar Rudberg), y se enamoran. Porque esa es una de las grandes diferencias de esta serie respecto a otras de la realeza y cuentos de hadas: la pareja protagonista es adolescente y LGBT. Somos testigos del flechazo de Wilhem al ver a Simon por primera vez (y escucharle cantar) (¡escenón!), de los nervios, las dudas, los tartamudeos, las interacciones incómodas, las sonrisas, LAS MIRADAS… de cada pequeño pasito en ese primer amor.
Y aunque todos los actores hacen un buen trabajo, Edvin y Omar están sublimes, la actuación del primero es UNA PASADA, tan naturales y reales que yo a veces tenía la sensación de estar espiándoles. Transmiten una intimidad, una familiaridad, un cariño, una comodidad abrumadora, real, palpable. Ambos actores han contado que conectaron desde el primer momento, y que estas escenas más cercanas las trabajaban con una «coordinadora de intimidad», seguían una coreografía y, al mismo tiempo, improvisaban. Son muy naturales y, por suerte, no caen en la sexualización exagerada, así porque sí, como ocurre en otros productos audiovisuales adolescentes (y no miro a nadie, Élite). Si me tengo que quedar con una sola cosa de Young Royals, sería con los detalles entre Wilhelm y Simon, con esa QUÍMICA que emana entre ellos. Y aunque podrías esperarte que, como tantas otras series, se centrase en el proceso de aceptación de Wilhelm cuando se da cuenta de que le gusta otro chico, Young Royals no lo hace. Y qué respiro y qué novedad y qué bien tratado. Vale, sí, Wilhelm duda un poco durante, no sé, ¿tres minutos en un capítulo?, pero después, adelante con todo. Y qué guay. La serie más bien explora las repercusiones que tendría para la realeza la noticia de un príncipe queer. Qué importante es la representación LGBT en las series juveniles (y en todas) y qué bien lo hace Young Royals.
No debes fiarte de la sinopsis ni creer que no vas a conectar con la historia porque su protagonista sea un príncipe. Aun siendo un mundo alejado de la mayoría de nosotros (Corona, internado de clase alta, etc.), la historia es muy real; las interacciones de los personajes, lo que sienten, es cercano. El escenario es alejado, lo que sienten, no. Y, así, logran que yo, una chica de 34 años de clase obrera, me sienta identificada con un príncipe sueco adolescente.
En esta línea de realismo, uno de los grandes aciertos de Young Royals es que los actores (sobre todo los protagonistas) aparentan la edad que interpretan, 16 años. Y tienen granos en la cara, cuerpos aún en fase de desarrollo y no parecen sacados de una revista. Son adolescentes. La serie también muestra cuerpos no normativos, representación latina, gay, fluida; trata la salud mental (como la ansiedad o los ataques de pánico), el síndrome de Asperger (tanto el personaje de Sara como la actriz que lo interpreta, Frida Argento, tienen este trastorno del neurodesarrollo), la otra cara de las redes sociales, las drogas, la diferencia de clases, el poder, los privilegios, la reputación, la popularidad…
La dirección y el guion están a cargo de dos mujeres (Rojda Sekersöz y Lisa Ambjörn, respectivamente) y SE NOTA en el tratamiento de los temas, de los personajes, de abordar cada trama; en la manera de desarrollar la amistad entre las chicas, de mostrar la sexualidad femenina; en la COMUNICACIÓN entre los personajes (cuando hay un problema… ¡lo hablan!), en cada pequeño detalle. Consiguen darle una vuelta a cada aspecto y mejorarlo. Cuando crees que sabes la dirección en la que va a ir determinada trama, por las series/pelis/libros que has consumido, Young Royals te sorprende y no solo toma una dirección distinta, sino una dirección mejor. Y ¡la música!, ¡la escenografía!, ¡los planos!, son otros de los aciertos de la producción sueca. Para aplaudir.
Como decía, el tratamiento de los personajes es excelente. Para mí, el mejor construido es el de Wilhelm: somos testigos de esa búsqueda de ser un chico normal, de libertad, de vivir las experiencias de cualquier otro adolescente. Y es que da mucha lástima ver esa vida encorsetada que le marca su familia, la presión, el camino tan marcado que debe seguir. El trabajo de Edvin para encapsular tantas emociones en pequeños gestos es excelente y detalles como los tics producto de la ansiedad (morderse las uñas, llevarse la mano al pecho cuando le cuesta respirar, masticar chicle…) dan aún más realismo a su personaje.
Pero Simon, oh, Simon. No solo es el interés romántico de Wilhelm, sino que tiene su propia trama, otros problemas, otros personajes con los que interactuar (su hermana Sara, sus padres, sus amigos de la infancia; a través de todos ellos obtenemos esa visión de la clase obrera en contraposición con la clase alta del internado). También conocemos a August (Malte Gårdinger), el ‘villano’ de la historia (cuyo background familiar duro no justifica sus malas acciones), o Felice (Nikita Uggla), la chica popular del internado que rompe los estereotipos a los que estamos acostumbrados de otros productos adolescentes. Cada personaje tiene su pequeña trama, independientemente del príncipe, que les hace, de por sí, personajes independientes, con su propia personalidad y un montón de capas.
Más cosas guays a tener en cuenta: el actor que interpreta a Simon, Omar Rudberg, es venezolano, y si ves la serie en versión original le oirás hablar en español con su madre. Es una sorpresa bastante guay, sobre todo cuando no sabes ni una palabra de sueco y de repente se hace la luz y entiendes frases. Además de actor, Omar es cantante, así que es él quien canta de verdad en la serie (su versión de It Takes a Fool to Remain Sane, que interpreta en el primer capítulo, ya ha superado el millón de reproducciones en Spotify). Es, también, su debut en el mundo de la actuación.
La temporada tiene tan solo seis capítulos que se ven del tirón (aunque te recomiendo dosificarlos y, así, retrasar el vacío existencial de después), porque cada final invita a pulsar ‘Siguiente’. Otra recomendación: verla en versión original con subtítulos (así también podrás apreciar las frases en español de Simon) (como detalle curioso, los actores han doblado la versión en inglés).
El éxito de la serie, desde su estreno el 1 de julio, ha explotado en internet y se puede comprobar en el número de seguidores de Edvin y Omar en Instagram, que crece una barbaridad de un día para otro; en las conversaciones en Twitter; en el cada vez mayor número de vídeos dedicados a la serie en YouTube… Netflix todavía no ha confirmado si habrá o no segunda temporada, pero, ay, ojalá. Nos lo merecemos.
A mí también me gustó la serie y ellos dos resultan muy convincentes en sus personajes. En conjunto se ve muy bien, es sensible y entretenida. Un detalle menor que no me convence es la trama tan acelerada en algunos momentos. Necesitaría unos minutos más de maduración de personajes, situaciones y reacciones. Parece confirmarse una segunda temporada en 2022. Un saludo
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Entiendo lo que dices en cuanto a la trama acelerada en algunos momentos, ojalá la temporada hubiese tenido más capítulos para desarrollar aún más cada cosa. Pero precisamente por eso para mí tiene más valor, porque en solo seis capítulos han desarrollado una buena historia y unos buenos personajes.
¡Gracias por comentar! 🙂
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