El último lobo (Le dernier loup)

Wolf Totem (Le dernier loup)

Wolf Totem (Le dernier loup)Fábula con marcado carácter naturalista y repleta de subrayados, que, sin embargo, no posee un cargante discurso moralizante. El realizador galo Jean Jacques Annaud, que conquistó a toda una generación con su brillante transposición a la pantalla grande de El nombre de la rosa, la novela de Umberto Eco, aborda a sus 70 años en El último lobo una nueva adaptación literaria. En esta ocasión se trata de la novela ‘Wolf Totem’, publicada en China en 2004. Uno de los mayores y controvertidos éxitos literarios que nos han llegado desde el país asiático. Su autor, Lü Jiamin, escribió el libro bajo el seudónimo de Jiang Rong y su verdadera identidad no se conoció hasta varios años después de la publicación del libro. Tan accidentado como su periplo literario parece haberlo sido el cinematográfico. Junto a las dificultades económicas (la película ha terminado costando más de 40 millones de dólares) para financiar el proyecto hubo que añadir la necesidad de contar con animales adiestrados para no arruinar la historia. Descartados varios nombres (entre ellos, el propio Peter Jackson) finalmente se encargó el proyecto al realizador francés Jean Jacques Annaud, el cual poseía experiencia previa (El oso) y no dudó en contratar al adiestrador escocés Andrew Simpson para que a lo largo de varios años ‘educara’ a una manada de lobos mongoles en Siberia para poder trabajar con ellos ante las cámaras. Un proceso que se recoge en el interesante (y multipremiado) documental Wolves Unleashed. Una intrahistoria decisiva para comprender en su totalidad lo que se nos narra a lo largo de casi dos horas en la película de Annaud, la cual cuenta con una muy resultona banda sonora a cargo de James Horner y una preciosista fotografía, de Jean-Marie Dreujou, que explota al máximo la belleza de las praderas de la Mongolia interior donde transcurre esta historia de pastores nómadas asediados por los lobos.

La ancestral relación de convivencia forzosa entre depredadores y ganaderos se nos muestra a través del prisma urbanita de Chen Zhen (Shaofeng Feng), un joven estudiante pekinés, que en plena Revolución Cultural es enviado al otro lado de la Gran Muralla junto a su compañero Yang Ke (Shawn Dou) para ‘educar’ a lo largo de dos años a una tribu mongola de pastores nómadas. El magnetismo que la presencia de los lobos que merodean a los rebaños de ovejas ejerce sobre Chen Zhen le lleva a querer conocer más sobre ellos, pese a la frontal oposición de A’ba, el anciano que los acoge en la aldea. Pero más allá de lo previsible, lo estimable de esta película se encuentra en su indisimulada crítica al gobierno chino en aras de un mayor aperturismo. Algo que ha logrado rebasar la censura y que contribuye a explicar las reformas (adoctrinamiento) que desde las altas instancias se trataron de imponer en todo el territorio a finales de los años 60. La película también supone una nueva aproximación a la cultura mongola (imposible no recordar Urga, el territorio del amor, de Nikita Mikhalkov) en contraposición con la de los chinos Han, quienes también cultivaban la estepa. Lobos y ovejas, reales y figurados, que configuran un complejo puzzle de personajes y situaciones. Sin embargo, la figura del lobo se impone sobre todos ellos. El indisimulado simbolismo unido a la constante presencia de las fuerzas telúricas que rigen la vida nómada se nos muestra en bellos planos que dejan patente los vanos esfuerzos del hombre por dominar a la naturaleza. La constante presencia de Tengger, el dios mongol del cielo, como eterno vigía y la apología de la libertad que simboliza la imposible relación entre Chen y el lobo nos recuerdan el antiguo proverbio: «Quien cabalga a lomos de un tigre no se apea fácilmente de él». Al menos durante un par de horas la experiencia merece la pena.