Spectre

Spectre

SpectreEl imposible triple salto mortal con doble tirabuzón. Spectre, la cuarta entrega de la saga del agente secreto 007 encarnado por Daniel Craig, y segunda de las dirigidas por Sam Mendes, huye de la cuadratura del círculo tras la soberbia Skyfall. Sin embargo, a la película le cuesta abandonar la trascendencia de su predecesora y abrazar el despreocupado —y vacuo— cine de acción actual. En esa mitad de camino, Mendes y el equipo de guionistas que capitanea John Logan logran retomar la senda que el cínico espía británico lleva medio siglo recorriendo. Ya desde el propio título se aventura que será complicado sorprender al curtido espectador bondiano y, aun así, Logan y los suyos consiguen darle otra vuelta de tuerca al arco argumental del atormentado sicario y cerrar una más que notable tetralogía redimiendo, de paso, a la cinta más floja (Quantum of Solace) de las protagonizadas por Craig hasta la fecha. Para ello, Mendes apuesta por una línea continuista. El realizador británico deja su impronta en la soberbia secuencia inicial, que se inicia con un meritorio plano secuencia. Esta es solo la primera concesión a los fans de una larga lista que se va sucediendo a lo largo del amplio metraje (casi 149 minutos). No obstante, no conviene dejarse engatusar por los lugares comunes. La tradicional visita a Q, el rapapolvo de M, la complicidad con Moneypenny e incluso Hinx (Dave Bautista), remedo del recordado Tiburón que encarnó Richard Kiel. Spectre es una de las más oscuras películas de la franquicia y quizá la más siniestra de la saga interpretada por Craig. A ello contribuye el halo crepuscular que hereda de Skyfall, pero también ese guion en el que se nos alerta de los enemigos invisibles. De esa desgracia latente y soterrada que persigue a Bond desde su infancia. Se cuida, asimismo, el libreto de congraciar al protagonista con su público (coches, chicas, armas), pero lo hace rebajando considerablemente los niveles de entregas precedentes. Se echa en falta, empero, una mayor presencia de toda una donna como Monica Bellucci en la historia.

Más allá de lo cinematográfico, la exquisita fotografía del suizo Hoyte Van Hoytema y el delicioso score de Thomas Newman, el mayor lastre de la película es precisamente su perfección formal. Mendes tiene pulso para mantener la intriga a lo largo de casi dos horas y media de metraje. El guion ayuda. Sobre todo gracias a esas orwellianas cargas de profundidad y esos halos conspiranoicos tan propios de su fecha de estreno —coincidiendo con la noche de las hogueras, Guy Fawkes et al—. Pero, ¿no le estamos pidiendo quizá demasiado a un vehículo de puro entretenimiento? Si nos atenemos solo a esto, Spectre es redonda. Tiene una inteligente trama, buenas interpretaciones y mantiene el equilibrio entre las espectaculares escenas de acción y la fina ironía british.

Si bien la presencia de la francesa Léa Seydoux es un clamoroso fallo de casting, Mendes logra atar en corto a un Christoph Waltz siempre tan proclive a los excesos. La apatía de Seydoux ante las cámaras contrasta en esta entrega con la rabia contenida que, entre trago y trago, Craig exuda. La necesidad de cerrar un círculo, ya anunciada en los tentaculares créditos iniciales, confirma algo que ya reflejaba el final de Skyfall: el fin del contrato de Daniel Craig con la franquicia puede precipitar el declive de la saga. Por contra, la tradicional frase que cierra los créditos finales —Bond will return—y el espectacular éxito en la taquilla mundial en su primer fin de semana de estreno, en el que ha recaudado casi la mitad de su obsceno presupuesto (más de 300 millones de euros) nos dejan un sinfín de interrogantes.